En este momento de inquietud por el tema de la inmigración en España, agudizada por ciertas declaraciones hechas por el aquí, líder de la oposición Mariano Rajoy, me gustaría que analizásemos las migraciones como algo inherente no sólo al ser humano sino también al resto de las especies.
A lo largo de la historia, el hombre ha migrado por diferentes razones, ya sean sociales, buscando procrear con un miembro que no estuviera dentro del mismo núcleo familiar o por otros motivos como la escasez de alimentos, guerras, causas políticas, etc. siempre buscando la subsistencia del individuo y de la especie, desde los tiempos del homo sapiens.
Por otro lado, un dato importante a tener en cuenta, es que un informe realizado recientemente por la ONU, indica que aunque la producción de alimentos ha subido considerablemente comparándolo con años anteriores, la mayor parte de la población mundial tiene menos acceso a ellos debido al encarecimiento de los precios. Se apunta a diversas razones como motivo de esta subida, entre las cuales se encuentra la producción de biodiesel, ya que en la actualidad se destina un gran porcentaje de la producción de materias primas de cada país a estos menesteres. Sin entrar en polémica, sólo quiero apuntar lo que dice Marvin Harris en su libro Vacas, cerdos, guerras y brujas, en el que explica el perjuicio para las sociedades humanas primitivas que crían cerdos, ya que el hombre y el cerdo siendo animales omnívoros compiten por el mismo alimento. Esto me lleva a pensar que problemas nos traerá hacer energía de lo que comemos, no quiero pensar que finalmente los que ostentan la energía actualmente seguirán haciéndolo, pero los que tenían acceso a una pequeña cantidad de alimentos ya no lo tendrán. Aquí os dejo una frase que espero no se haga realidad:
“Cuando acabemos con los árboles, nos daremos cuenta de que el dinero no se puede comer”.
Cada vez más cuando leo el periódico cada mañana, recuerdo la película “The March” protagonizada por Ben Kingsley, la cual cuenta una historia de una migración masiva procedente del sur de África hacia el norte, con destino a Europa, debido a un empeoramiento del clima dejando un sol abrasador y la consecuente falta de alimentos, y en la que el protagonista ante la creciente preocupación de los mandatarios europeos hace la reflexión de que cómo se va a parar a alguien que no tiene nada que perder. Pues eso mismo digo yo.
La solución pasa por una globalización de verdad y no una globalización de los consumidores del mundo, las empresas o las marcas, sino una globalización de los recursos y no simplemente de los intereses económicos. Estoy segura que si preguntamos a todos los inmigrantes que residen en nuestro país, la mayoría de ellos hubieran preferido quedarse en sus países, en sus casas con sus familias. Creo que no deberíamos hablar de recortes de derechos para los inmigrantes, sino de cómo paliar la situación actual de las migraciones poniendo medidas desde el país de origen.
¿Por qué las manzanas de Naivasha, Kenya, aún siendo mejores que otras se venden más baratas en el mercado internacional? ¿Creemos que los keniatas no van a saber que hacer con el dinero o qué? El caso es que cuanto menos tienes, menos te dan y de este modo se acaba cualquier ilusión de mejora. El concepto de comercio justo ni se plantea.
En conclusión, lo mejor es tratarnos como personas poniéndonos en el lugar del otro. Por eso, quiero concluir el artículo con una reflexión erróneamente atribuida a Bertolt Brecht, perteneciente a Martin Niemoeller:
Primero se llevaron a los judíos, pero como yo no era judío, no me importó. Después se llevaron a los comunistas, pero como yo no era comunista, tampoco me importó. Luego se llevaron a los obreros, pero como yo no era obrero tampoco me importó.
Más tarde se llevaron a los intelectuales, pero como yo no era intelectual, tampoco me importó. Después siguieron con los curas, pero como yo no era cura, tampoco me importó. Ahora vienen a por mí, pero ya es demasiado tarde.
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